Existe una serie determinada de cosas que divide a la gente: la política, el fútbol o si la tortilla de patatas se hace con cebolla o sin ella. En el terreno laboral, no obstante, el gran debate reside en trabajar en casa o trabajar en la oficina. Lo curioso es que, hasta hace pocos años, este asunto apenas gozaba de interés entre la población.
El motivo era muy sencillo: no se contemplaba el teletrabajo. Sabíamos de su existencia por los cursos de inglés, principalmente. Porque siempre hay una lección dedicada al vocabulario laboral. Sin embargo, las tornas han cambiado. Ahora es normal que se oferten puestos no presenciales para actividades que, por tradición, requerían ocupar un espacio dentro de una oficina. Así que, ¿cuándo se produjo este cambio?
Comienzos del teletrabajo
De los tiempos en los que escoger entre trabajar en casa o en la oficina era una utopía. ¿Te acuerdas de cuando ibas al colegio y te pillaba una enfermedad? Te tenías que quedar en casa, con la sensación agridulce de no poder ver a tus compañeros, pero con una sonrisilla en la cara, ya que no tenías que madrugar. No obstante, por la tarde vendría algún compañero a visitarte y entregarle las tareas a tu madre. Es decir, que ibas a hacer lo mismo que en colegio, pero desde tu hogar.
Si trasladamos este ejemplo al mundo laboral, la opción de teletrabajar solo se contemplaba como un sustituto del trabajo presencial en caso de no poder acudir a la oficina. Este caso sucedía, bajas prolongadas aparte, cuando el empleado se encontraba fuera de su casa. Todavía recuerdo ver a personas entrando en los hoteles con una bolsa de equipaje en una mano y una maleta con los documentos de trabajo en la otra.
Entonces, llegaron los ordenadores. Tal hecho agilizó la cumplimentación de tareas en la oficina, pero dificultó la opción de trabajar desde otra ubicación. Especialmente si la persona estaba de viaje, porque la CPU y el monitor no entraban en la maleta. Sin embargo, los floppy-disk permitían llevarse trabajo a casa. Aunque, la verdad, lo normal es que recurrieran a ellos para avanzar por la noche o durante los días festivos y fines de semana.
Los autónomos pioneros en teletrabajo
Por supuesto, no todo el mundo trabajaba desde una oficina. Dejando a un lado tiendas, mercados y otra serie de profesiones independientes al mundo corporativo, algunas personas realizaban sus proyectos en sus lugares de residencia. Por ejemplo, la madre de una amiga fabricaba perfumes en su salón, que luego vendía en comercios locales.
Pero también estaban quienes emprendían su negocio con escasos medios. Mientras sus servicios metían la cabeza en el mercado, convertían su casa en oficina temporal hasta poder permitirse el pago del alquiler de un local. Apple, sin ir más lejos, nació en un garaje.
Si bien es cierto que todos estos profesionales autónomos se mudaban a una oficina una vez alcanzado el primerizo éxito, había quedado claro que el trabajo no requería de un lugar específico para desarrollarse. Porque, aunque no tuviese tanto glamur, cualquier espacio servía. Eso sí, siempre y cuando estuviese en contacto con el exterior. Como con una línea de teléfono para atender a los clientes. O Internet.
Ventajas de trabajar en casa o trabajar en la oficina
La principal ventaja del teletrabajo, para los empresarios, es la reducción de costes. Si sus empleados están en sus casas, no es necesario alquilar una oficina para desempeñar el trabajo. Es más; puede prescindir incluso de contratar empleados, ya que los servicios de outsourcing le permiten cubrir cualquier puesto.
Para el trabajador, sin duda alguna, el principal argumento para escoger el teletrabajo es la comodidad. Porque, ¿cuánto tiempo pierdes al día yendo y viniendo de la oficina? Eso en el caso de que solo tengas que hacer uno al día. O realizar viajes simplemente para hablar con una persona en concreto. Además, gracias a programas como Skype, TeamWorks o Zoom, se puede asistir a reuniones sin necesidad de recurrir a una sala habilitada para tal uso.
Finalmente, tanto empresarios como empleados obtienen algo impensable antes gracias a esta forma de trabajar: tranquilidad. Es decir, el ruido y estrés del entorno laboral desaparecen al estar en un lugar sin gente hablando, teléfonos sonando y similares. No es de extrañar que, sin distracciones alrededor, el rendimiento laboral sea más alto.
Respecto al trabajo presencial, es importante aclarar que no todo el mundo puede realizar sus tareas desde casa. Restaurantes, bares, tiendas, gimnasios y resto de negocios a pie de calle dependen de que haya gente física en los locales para atender a los clientes. Y, por supuesto, una fábrica, por muy robotizada que esté, debe tener a personas trabajando en la producción, seguridad y limpieza del recinto.
Pero, para una empresa, hay dos factores que obligan a contar con trabajadores en las instalaciones. El primero, el control. A mayor número de empleados, más complejo resulta organizar a los equipos. El segundo, la imagen. De cara a lograr una venta, una oficina vacía da la impresión de que nadie trabaja.
Inconvenientes de trabajar en casa o trabajar en la oficina
Por desgracia, trabajar desde casa tiene una serie de inconvenientes. De hecho, uno de ellos es perjudicial para la salud. Así que, lo pondremos en primer lugar: la falta de contacto humano. El aislamiento social que provoca el teletrabajo, a pesar de disponer de programas de reunión o de mensajería, acaba pasando una factura muy alta a las capacidades comunicativas y de relación interpersonal. Es más, afecta de forma negativa al cerebro. Los síntomas más normales que se han registrado incluyen depresión y ansiedad. Pero, en las oficinas, quien ataca es el estrés.
Por otro lado, disfrutar de más tiempo al lado de tus seres queridos puede generar serios problemas. Sobre todo si hay más personas en la misma situación laboral. Compaginar la vida familiar con el trabajo en un espacio reducido no es nada sencillo.
En cuanto a los empresarios, corren el riesgo de que sus empleados procrastinen o se ausenten de su puesto sin permiso. Además, en caso de fallo eléctrico o problemas técnicos, no hay forma de solucionarlo de manera inmediata. Igual de grave resulta que algún empleado aparezca en una reunión en pijama o con alguna imagen de fondo poco recomendable.
La Revolución Tecnológica
En efecto; la revolución tecnológica convirtió nuestras vidas «reales» en virtuales. Ese contacto previo que se establecía por carta, teléfono o fax pasó a realizarse desde un portátil y un móvil; dos elementos que caben en una maleta y que, salvo excepción, todo el mundo tiene en casa.
Además, como has visto en los dos apartados anteriores, la posibilidad de trabajar en casa en lugar de la oficina era viable en determinadas circunstancias. Ya, no. Las nuevas herramientas resultaron tan versátiles que hasta se podía contratar servicios externos sin necesidad de contar con un departamento propio, como es el caso de los diseñadores gráficos o las secretarias virtuales. Es decir, que una oficina entera cabía encima de una mesa.
Este cambio ideológico en el mundo laboral, aún así, no se fraguó de forma inmediata. Dependía del acceso a portátiles, una conexión de banda ancha bien expandida y un cambio de mentalidad. Por supuesto, países como Estados Unidos o Reino Unido fueron pioneros en adoptar el nuevo sistema. En España, entretanto, pocos se atrevieron a dar ese salto. Hasta que, poco a poco, comenzó a integrarse.
En cierta manera, los motivos que influyeron en este cambio fueron los mismos de siempre: enfermedad, paternidad, obligaciones circunstanciales o viajes. Al principio, se observó con recelo. La creencia popular es que, desde casa, se perdía mucho tiempo. Sin embargo, los datos recogidos demuestran que la efectividad de este sistema mejora el rendimiento laboral en un 34% y un 47% de los que lo realizan lo prefieren al trabajo presencial.
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